20100803

Posmópolis es un texto para la muerte.


El Escritor sin Cabeza emprendió un viaje hacia las llanuras de Posmópolis, no sin antes rodear el altiplano y mojar sus pies con el agua santa de la Costa de Posmópolis.


Cada vez que el Escritor sin Cabeza emprendía un viaje hacia las llanuras de Posmópolis, su deseo era claro y a la vez obtuso: traer a la Posmo palabras físicas.


La claridad residía en el propósito del viaje: recoger y llevar palabras físicas: el verbo es puro. Lo obtuso consistía en qué nos dirían esas palabras: el adjetivo es equívoco.


Al retornar a la Posmo, El Escritor sin Cabeza sacó de su bolsillo una serie de palabras físicas: entre ellas estaba la palabra "Muerte".


El Escritor sin Cabeza sembró la palabra. La cultivó. La bordó lo suficiente para que ésta no se desperdigara entre los textos, pero que sí se vertiera entre las corrientes de los renglones, de los párrafos, de los puños y memoria de los lectores y escritores de la Posmo.


Así, la palabra con cuerpo (cuerpo maldito, cuerpo bendito) contagió a quienes habitaban la Posmo.


Pese a que es texto, pese a que es palabra y que no es carne (aunque hayan palabras que encarnan) la palabra física, la palabra muerte, borró la frontera entre realidad y ficción: en ambas categorías el origen, trayecto y final, lo marca esa palabra: Muerte.


En Posmópolis somos textos para la muerte.