20100426

Deseo

En Posmópolis seguir mi deseo me costó tu palabra. Mi deseo es de naturaleza inaprensible, inalcanzable totalmente: su cuerpo tiene una apertura. Por ahí nos escapamos y nunca lo alcanzo. Me acerco hasta donde mi cuerpo y la palabra lo permitan. En el camino a mi deseo, a falta de tu palabra, hay un silencio a martillazos. Ronda el vacío. Estoy condenado a ser libre. En esta condena, en este lugar donde no tengo tu palabra, te echo de menos.

Posmópolis, Santísima Posmópolis.

20100413

En...

No era el origen: el momento preciso donde Hombre, Dios y Naturaleza se separaron. Tampoco el origen que narramos después: cómo minamos con tácticas y estrategias nuestros cuerpos al desnudo. No era cualquier origen disponible para nuestras palabras. Sin embargo, aquél día al rondar las deshoras, en una hoja en blanco escribimos, por primera vez y sin saber cómo, la palabra: "Posmópolis".

Entonces, la contaminación:


"En Posmópolis uno mismo se pregunta: ¿qué soy: un conferencista o un escritor de ficciones?".



"En Posmópolis, ya estaba escrito".



"En Posmópolis, el nombre ya estaba escrito".



"En Posmópolis, Posmópolis ya estaba escrito".



"En Posmópolis, estamos por la contaminación".

20100407

Oración física de Monseñor Solís

Encendió la vela perpetua, entonó las palabras, murmuró las canciones para desterrar demonios y antes de finalizar el rito religioso Monseñor Solís levantó las manos en señal de oración...




Dijo:

“En la palabra ‘Posmópolis’ aprehendemos el vértigo, ahí el vacío es inalcanzable, es una sensación aproximativa más allá de toda física: metafísica. Alabada sea la palabra. Alabada seas Posmópolis. Alabada seas por alejarnos del vacío. Alabada seas por construirnos en tu seno con tu amor. Alabada seas por abrir tus piernas, por estar alerta, por clavarnos las uñas en el acto de la fecundación. Alabada seas por permitirnos escurrir la cera de la vela perpetua a lo largo de tu cordillera. Alabada seas por permitirnos germinar la palabra, eres nuestro verbo, palabra, tu sudor al amar es carne de mi carne. Alabada seas por ligarnos a la vida, a la tierra, a la muerte, al viento, al ocaso y a la infinitud. Alabada seas por darnos la palabra. Alabada seas por darnos a Posmópolis”.

Monseñor Solís agarró la vela perpetua de Posmópolis. Decidimos seguirlo. Era de noche y cualquier paso en falso, o cualquier paso en verdadero, podía aventurarnos a caer en los barrancos. Sin embargo, estábamos protegidos por su oración física: aventarnos al barranco era lanzarnos al vértigo, no al vacío. Teníamos que dejarnos caer. Entonces, nos enfilamos hacia los bordes tenues e indefensos de La Posmo: ahí iniciaría nuestra defensa de la palabra, nuestra disertación del vacío o del exilio. Ésta es nuestra casa.

Posmópolis, Santísima Posmópolis.

20100406

Siempre te encuentro.

Llegué a Posmópolis en el camión matutino. Recordé que hacía años que no visitaba la ciudad. En aquél entonces los bárbaros perseguían fantasmas de palabras físicas: caracteres sin borde cuyo destino estaba más allá de toda metafísica imaginada.


Cada vez que vuelvo a Posmópolis el mismo anuncio, aunque más sucio, me recibe con estas palabras: "Bienvenidos a Posmópolis. 'Ya estaba escrito'". "Ya estaba escrito", según recuerdo, fueron las primeras palabras físicas que trajo a la ciudad uno de sus antihéroes: El Escritor Sin Cabeza.


Tomé el metro de Posmópolis y recordé que, en ocasiones, no se detenía en ciertas estaciones. El viaje era continuo hasta la estación infinita, horizontal, lejana de nuestro tacto.



Nos citamos en el Centro Hundido de la ciudad. La historia de las ciudades la hacen sus antihéroes: aquellos que vencen a los bárbaros o los convierten en amantes. La historia, en su mayoría, la narran aquéllos que moldearon este lugar, el Centro Hundido, con la palabra. Yo era solo un paseante, pero quería ser un turista vital.



Mis primeras palabras físicas al verte: "Hola, M., siempre te encuentro". Ellas y nuestras citas voluptuosas, de viernes a lunes, en aquel hotel del Centro Hundido. Ellas y la luminosidad de un cuarto oscuro, las sábanas y el sudario. Todo ello y mi carga que llevo a todos lados, aquella que ya tenía antes de conocerte: mi vulnerabilidad y que me espanta rondar por el vacío y la supervivencia textual. Pero ahí al bordarte, al nombrarte y al ligar mis primeras palabras físicas, recuperé el aliento, el asombro, me enlacé a la vida, me alejé de la muerte.



Posmópolis. Santísima Posmópolis.

20100405

II. Retorno del Escritor sin Cabeza.

El Escritor sin Cabeza regresó al Centro Hundido de Posmópolis. Lo hizo al retornar por el antiguo camino a Posmópolis. Lo hizo porque en su camino encontró la palabra “Retorno” lo cual significa “Recuerdo” lo cual significa “Vuelta al Corazón” lo cual significa “Amor”. Amor, la palabra, es el texto y pretexto, motivo, razón, circunstancia y deseo, para reivindicarse con la existencia (escritura, vida, muerte). Eso y nuestras citas voluptuosas en aquel hotel del Centro Hundido de viernes a lunes.