Monseñor Solís levantó las manos en señal de oración. Su voz sonaba frágil, como yo. Y dijo:
“(...) por las siglas de los siglos: amen”.
Salí de la ceremonia religiosa, del lugar donde cada día a primera hora nos congregamos para concertar el rito: que Posmópolis salga triunfante. Ese día ganó Posmópolis, pero era una victoria especial, traída de ultramar, allá a lo lejos donde sólo habitan los desiertos. Entonces recorrí las calles del centro hundido con vos, buscamos un árbol que nos diera sombra y luz. Buscaba una frase para vos, palabras que embonaran para vos: tu oído, en la sombra cerca de tu nariz y en la luminosidad cuando me dices “Oye...”. En el árbol de Posmópolis, encontré la frase, esa frase para vos: Gana el Amor.
20100327
Cruzo el desierto.
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