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20100812

Postales de Posmópolis


En Posmópolis, la industria porno está conformada por 2 familias integradas por actrices, directores, guionistas y teóricos y académicos universitarios.


En Posmópolis, la cancha del Atlético Posmópolis se localiza en el pozo más hondo del Centro Hundido. La profundidad, entonces, atraganta el júbilo, el folclore. La única señal de vida posible es cuando, de vez en vez, una bandera del estadio se desprende del asta y vuelva por los aires.


En Posmópolis el único sindicato organizado y con una base sólida y leal es el Sindicato del Ocio y del Tiempo Libre.


En Posmópolis, al centro de la plaza del Centro Hundido, hay una gran pluma que contiene, en su interior, tinta seca, milenaria, único rastro y testigo viviente de los fundadores de la Posmo.


En Posmópolis, el Ministro del Sector Químico y la Embajadora de Posmópolis observan la ciudad desde uno de los pocos sitios con vista panorámica: el Panóptico.


En Posmópolis se disimulan las enfermedades físicas, pero éstas resultan evidentes en la escritura.


En el diccionario real de Posmópolis el único nombre propio es: Escritura.


En Posmópolis, la palabra que introdujo la contaminación fue Amor.


Nadie ha estado en Posmópolis. ¿Es que acaso eso existe?


Posmópolis, Santísima Posmópolis.

20100804

Los actos del instinto, los deseos desenmascarados y una existencia que sin máscara horroriza.


El Secretario del Ministro Químico me becó para vivir durante un tiempo en La Posmo. El objetivo de mi investigación era develar si la obra literaria del Escritor Sin Cabeza contenía sustancias mutagénicas. Al ir a la Biblioteca Estatal de Posmópolis, ubicada en las cercanías del Centro Hundido, me dijeron que no tenían conocimiento de la obra literaria del Escritor sin Cabeza y, por lo tanto, si ésta contenía sustancias mutagénicas.


Me perdí entre los callejones hundidos, empedrados y llenos de baches del Centro Hundido de la Posmo. En la plaza, a un lado del karaoke y del asta bandera erguida pero vacía, sin sustento que ondear por el aire, encontré al Escritor sin Cabeza. La gente le aplaudía, lo ovacionaba aunque también había algunos que le repudiaban: no se dedicaba a escribir, solamente operaba las palabras.


Sin importarle la economía del ruido, El Escritor sin Cabeza abrió con un bisturí el cuerpo de una de las palabras físicas. Entendí el por qué de la ovación y del repudio: al abrir en partes las palabras la operación arrojaba una evidencia: que en el interior de las palabras están los actos del instinto, los deseos desenmascarados y una existencia que sin máscara (sin palabra) horroriza.