[...]
Habían motores para estrellar con la pared y habían corazones para azotar en el suelo.
La línea de amantes en entrenamiento se preparaba para lanzarse desde diez mil metros de altura, no era cuestión de maniacos sino de violencia en el pecho.
Caían
uno a uno
entre nubes
arrasando el viento
quebrando lápices en el camino
despedazando falos para llegar con el amor puro;
un silencio escabroso
todos morían
eso lo sabemos,
y sus cascos eran lanzados al barranco al lado de la zona de aterrizaje
y sus cuerpos se incineraban con alba
y sus manos olían a besos
y Posmópolis
y santísima Posmópolis.