El ideal de la belleza era visitar cada noche y media al cuerpo amado y esculpirlo, armarlo de nuestros deseos, dilemas, humores estacionarios. Esculpirlo, y detallarlo, hasta lograr (justamente) el ideal de belleza: hacer de los contornos meras franjas invisibles, hacer del cuerpo un cuerpo invisble, menos que arena, cenizas o tiempo transcurrido en nuestros relojes mentales.
Después, cada noche y media habrá que amar no al fantasma, ni a la perdida. Habrá que amar algo por suceder, alguien por-venir: el siguiente cuerpo, el que nos espera y aguarda, al que volveremos a hacer invisible. Y así ad infinitum.
20091123
Demoliciones de Posmópolis
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