Máxima Número 2666.- En Posmópolis la Luz es Absoluta.
Íbamos rumbo al Barranco de la ciudad. Después de algún tiempo imposible de cuantificar teníamos el plan perfecto para saltar desde el despeñadero rumbo al Fin de Posmópolis: el fin del verbo. Al llegar al borde se nos olvidó cómo saltar. Recuerdo que ese día no llevabamos paracaídas. Quizá era parte del plan. No sé qué fue lo que nos pasó: ¿por qué no saltamos?
La respuesta, pienso, está en la escritura: estar frente la hoja en blanco (como estar frente al barranco) y tener (en la mente, en la corazón, en los órganos) la descripción precisa del personaje: Rakel Bigorra. Y al poseerla: soltarla, dejarla ir. Quizá el fin del mundo (de Posmópolis, del verbo) sea igual a preferir la simplicidad del tiempo y de la vida: detenerse, desnudarse y estar así: sin nada para este mundo y el resto para el olvido.
Y Posmópolis, Santísima Posmópolis.