20100407

Oración física de Monseñor Solís

Encendió la vela perpetua, entonó las palabras, murmuró las canciones para desterrar demonios y antes de finalizar el rito religioso Monseñor Solís levantó las manos en señal de oración...




Dijo:

“En la palabra ‘Posmópolis’ aprehendemos el vértigo, ahí el vacío es inalcanzable, es una sensación aproximativa más allá de toda física: metafísica. Alabada sea la palabra. Alabada seas Posmópolis. Alabada seas por alejarnos del vacío. Alabada seas por construirnos en tu seno con tu amor. Alabada seas por abrir tus piernas, por estar alerta, por clavarnos las uñas en el acto de la fecundación. Alabada seas por permitirnos escurrir la cera de la vela perpetua a lo largo de tu cordillera. Alabada seas por permitirnos germinar la palabra, eres nuestro verbo, palabra, tu sudor al amar es carne de mi carne. Alabada seas por ligarnos a la vida, a la tierra, a la muerte, al viento, al ocaso y a la infinitud. Alabada seas por darnos la palabra. Alabada seas por darnos a Posmópolis”.

Monseñor Solís agarró la vela perpetua de Posmópolis. Decidimos seguirlo. Era de noche y cualquier paso en falso, o cualquier paso en verdadero, podía aventurarnos a caer en los barrancos. Sin embargo, estábamos protegidos por su oración física: aventarnos al barranco era lanzarnos al vértigo, no al vacío. Teníamos que dejarnos caer. Entonces, nos enfilamos hacia los bordes tenues e indefensos de La Posmo: ahí iniciaría nuestra defensa de la palabra, nuestra disertación del vacío o del exilio. Ésta es nuestra casa.

Posmópolis, Santísima Posmópolis.